Cuando encuentres tu equilibrio, entre escepticismo y apertura mental,
cuando dejes de ceder a otros tu capacidad de informarte y de formarte una opinión,
cuando comprendas que todo ser humano, por estúpido o ignorante que te parezca, puede enseñarte algo,
cuando aprendas a distinguir entre conocimiento y sabiduría,
sabrás que por fin has tomado la senda del librepensamiento.
Cuando comprendas que tu conocimiento no es más que una mota de polvo en el universo,
cuando decidas desechar toda ideología no surgida de ti,
cuando aprendas a buscar los intereses velados detrás de cada idea aparentemente atractiva,
cuando prefieras ir a la fuente en lugar de quedarte con lo que te dijo el mensajero,
sabrás que por fin has tomado la senda del libre pensamiento.
Cuando aprendas a escuchar tu corazón antes que tus miedos,
cuando estés dispuesto a que una sola palabra pueda derribar el templo de tus creencias,
cuando practiques la buena costumbre de la reflexión antes de atesorar nada en tu cabeza,
cuando recuperes la capacidad de asombro y el afán de descubrimiento que tuviste cuando eras niño,
sabrás que por fin has tomado la senda del libre pensamiento.
Cuando percibas que tus opiniones hacen torcer el gesto a la mayor parte de los seres que te rodean,
cuando tus argumentos empiecen a ser más criticados que elogiados,
cuando las voces de las otras almas comiencen a antojársete frívolas, repetitivas y carentes de interés,
cuando aprecies el valor del silencio en esos momentos en que no hay nada que decir,
sabrás que por fin has tomado la senda del libre pensamiento.
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