
Desde el mismo momento en que
dejaron que los perros salieran libremente a la calle, pero se lo prohibieron a los niños,
te impidieron usar fuentes y parques infantiles, mientras que los parquímetros y cajeros automáticos seguían activos,
obligaron a los niños a usar cubrebocas durante horas en el colegio, pero decidieron que en los bares no era necesario,
debiste parar a observar lo que estaba ocurriendo.
Desde el mismo momento en que
te dejaron salir a la calle con normalidad durante el día, pero entre las once de la noche y las seis de la mañana tenías que encerrarte en casa por peligro de contagio,
no te permitieron reunirte con más de cinco personas en tu casa y, sin embargo, podías viajar hacinado con decenas de seres humanos en el metro o el autobús,
te dijeron que la gripe había desaparecido gracias al uso de cubrebocas, pero que el cobicho 2019 seguía totalmente presente en nuestras vidas,
debiste parar a reflexionar sobre todo aquello.
Desde el mismo momento en que
te explicaron por primera vez en la historia de la medicina que podías estar enfermo, pero no tener ningún síntoma,
te dijeron que debías ponerte una segunda dosis, y una tercera, y una cuarta, aun cuando la gente que se las había puesto seguía enfermando a tu alrededor,
viste dispararse la incidencia de cánceres fulminantes y enfermedades cardiovasculares, pero te aseguraron que la culpa era de tus malos hábitos, del calentamiento global e incluso de que perdiera tu equipo de fútbol,
debiste parar a cuestionar lo que te estaban contando.
¿Y qué? ¿Te has parado por fin a pensar? ¿O continúas dejándote llevar por la corriente?
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