
En estos tiempos que vivimos, la información no sólo es necesaria, sino que se ha convertido en algo vital. Y el problema es que la mayoría de la gente no se informa, sino que delega esa responsabilidad en otros, básicamente en eso que llamamos medios de comunicación de masas: entidades con sus propios intereses, a favor de los cuales inevitablemente omitirán, tergiversarán o directamente se inventarán la información que nos proporcionan.
Por eso, debemos aprender a informarnos por nosotros mismos en la medida de lo posible. Pero, ¿cómo lo hacemos? No podemos estar en todas partes a la vez para enterarnos de todo de primera mano. Pues claro que no, pero aquí van algunos consejos para que puedas informarte por ti mismo y crearte tu propia opinión sobre las cosas sin necesidad de convertirte en corresponsal televisivo.
Piensa, en lugar de dejar que te piensen.
Valora las fuentes
Cuando recibas una información, hazte siempre las siguientes preguntas: ¿quién es la persona o a quién pertenece el medio que me está dando la noticia? ¿Tiene algún interés particular en que yo o la gente en general creamos lo que está diciendo?
Siempre tendrá más credibilidad alguien independiente que pueda estar buscándose problemas por contar depende qué cosas que un medio de comunicación de masas propiedad de un gran grupo financiero o controlado por el estado. El primero puede perder el prestigio profesional, el trabajo, la libertad o la vida y realmente no gana nada más allá de satisfacer su propia conciencia y poner su granito de arena para cambiar las cosas. El segundo siempre barrerá para su casa: inversores, anunciantes o, en caso de ser un medio público, las instituciones estatales.
Da prioridad a las fuentes primarias
¿Cuándo estarás más próximo a saber qué sucedió en un momento dado en que tú no estabas presente? ¿Cuando te lo cuenta alguien que protagonizó el incidente, cuando lo escuchas de labios de un testigo o cuando lo sabes a través de una persona que ni tan siquiera estuvo allí? Evidentemente, una noticia es más verosímil cuanto más implicada esté aquél que te lo cuenta.
Sucede lo mismo con los medios de comunicación: si te hablan de negacionistas, entra en sus colectivos y grupos de internet y las redes sociales y escúchalos hablar (o léelos) directamente. Si te hablan de saturación de hospitales, ve tú mismo al que tengas más próximo para comprobarlo de primera mano. Si te hablan de energías renovables, busca círculos de expertos en el tema que puedan darte una opinión más formada.
No digo que lo hagas siempre, algo imposible dada la sobreinformación a la cual nos encontramos sometidos, pero sí sería interesante que llevaras esto a la práctica con los temas que te afectaran directamente o que despertaran un especial interés en ti.
Busca el contraste
Cuando los medios de comunicación te hablen sobre algún tema que te interese, siempre es un buen ejercicio buscar fuentes que den una versión contraria de los hechos. No para que te creas a unos en lugar de a los otros, sino para tener más elementos de juicio que poder contrastar para formar tu propia opinión.
Por ejemplo, si te hablan del calentamiento global, del cobicho 2019 o de la guerra de Ucrania, te puede resultar bastante enriquecedor escuchar o leer a personas que tengan una visión crítica o contraria a lo que cuenta la oficialidad. Seguro que te aportan datos, perspectivas o reflexiones con los que no habías contado.
Reflexiona
Una vez hayas estudiado un tema teniendo en cuenta las fuentes, buscando fuentes primarias y contrastando la información, habrá llegado la hora de usar el cerebro. ¿Por qué piensas que en la televisión hay tanto tertuliano y opinólogo? Pues para evitarte a ti el esfuerzo de pensar por ti mismo y regalarte una opinión masticada que puedas hacer tuya con facilidad. Una opinión que, por supuesto, favorece los intereses de los medios que te la proporcionan y de los poderes que se encuentran detrás.
Para crearte tu propia opinión, la única manera que existe es tomar toda la información que recopilaste y reflexionar sobre ella. Lo ideal sería sentarte en un lugar tranquilo (mejor si es en la naturaleza) y sencillamente ponerte a pensar. Pero, si no puedes permitírtelo, también tienes la posibilidad de hacerlo en la ducha, mientras realizas tus tareas diarias o al dirigirte al trabajo. Eso sí, tendrás que dejar a un lado un rato tu adicción a la televisión, a las redes sociales, a los videojuegos o al teléfono móvil.
Piensa, por ejemplo, sobre las incoherencias en el texto de la noticia en relación con noticias anteriores que trataron el mismo tema, sobre los intereses velados detrás de todo el asunto, sobre a quién beneficia y a quién perjudica lo que te están contando, sobre si las medidas tomadas son coherentes y respetan el principio de proporcionalidad, sobre si el problema planteado podría resolverse de otra manera más beneficiosa o menos dañina para todas las partes implicadas y, en definitiva, observa la noticia desde cualquier enfoque que te ayude a comprenderla mejor.
Ponlo todo en cuarentena
No te creas a la primera de cambio nada que hayas escuchado. Y, aunque te suene raro esto que voy a decirte, tampoco te creas ninguna conclusión a la que hayas llegado por ti mismo en tu investigación. ¿Que por qué? Pues porque cabe la posibilidad de que estés equivocado, de que lo estén tus fuentes o de que, directamente, éstas sean malintencionadas.
La vida es un aprendizaje continuo. Así que no afirmes nada de manera categórica y deja siempre un lugar para la duda o para cambiar de opinión. Incluso tus creencias más arraigadas, como la forma de la tierra o la estructuración básica de la Historia oficial, pueden ser erróneas.
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