La educación oficial, los mass media, la cultura moderna y el consumismo han degradado al ser humano adulto hasta límites nunca antes imaginados, infantilizándolo en el peor sentido de la palabra.
Mientras que los niños de muy corta edad son espontáneos, auténticos, sabios y se mantienen en contacto con su espiritualidad y con la verdadera naturaleza humana, los adultos de hoy han perdido todas estas cualidades y apenas se muestran como una grotesca caricatura de lo que una vez fueron, débiles, caprichosos, asustadizos, impacientes, ingenuos, obedientes e incapaces de aceptar ninguna responsabilidad y, por ende, de cuidarse por sí mismos.
En esas estamos todos y creo sinceramente que es la responsabilidad de cada uno de nosotros mirarnos por dentro, encontrar lo que funciona mal y hacer un trabajo intelectual, reflexivo, emocional y espiritual para encontrar nuestro verdadero yo y, de este modo, sacudirnos de encima a todos esos parásitos que se arrogan el privilegio de explotarnos, de encerrarnos, de enfermarnos, de matarnos y de decidir por nosotros hasta en el más pequeño aspecto de nuestras vidas.
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