Sobre Vox #YoNoVoto

Publicado el 20 de junio de 2023, 11:52

Hay muchísimas personas que empiezan a abrir los ojos a la realidad podrida del paradigma político, económico y social en el cual vivimos y, sin embargo, ven en el partido político español Vox la solución a todos sus problemas. Están convencidas de que, si Vox gobierna, este terruño maltratado que algunos llaman España se va a convertir poco menos que en la punta de lanza contra la dictadura económica, sanitaria y ecológica a la que nos están arrastrando.

Uno de sus principales argumentos es que Vox aún no ha gobernado y, por tanto, no podemos juzgarlo con los suficientes argumentos como para meterlo en el mismo saco que el resto de partidos. Pero hay algo que no tienen en cuenta: Vox sí ha formado parte de algunos gobiernos como, por ejemplo, el del ayuntamiento de Madrid, la ciudad donde yo resido. Y, entre los muchos “logros” de este cogobierno tenemos, por ejemplo, la ampliación de las “zonas de bajas emisiones” que ya iniciara la anterior alcaldesa, Carmena, y que tanto criticó la derecha mientras estuvo en la oposición. Una medida que, en la práctica, supone que miles de personas tengan que renunciar al uso de vehículo particular cediendo su lugar a vehículos turísticos y automóviles de personas con un alto poder adquisitivo. Agenda 2030, en definitiva.

Eso por no hablar del penoso papel que Vox ha venido jugando durante los tres años de plandemia, poniendo alguna que otra pequeña objeción con la boca pequeña a las medidas represivas del gobierno central, pero sin decir ni una sola palabra contra los asuntos verdaderamente importantes, como la ausencia de evidencias científicas de la existencia del bicho, la invalidez de las pruebas médicas usadas como método de diagnóstico o el descomunal aumento de enfermedades cardiovasculares y cánceres desde que, en 2021, se empezó a inocular a la población lo que todos sabemos.

Y es que, a mi modo de ver, Vox cumple con dos papeles en favor de los poderes fácticos que nos gobiernan:

  1. Asustar a todos aquellos que se consideran de izquierdas para que vayan en masa a votar como borregos recitando el consabido mantra de "hay que parar al fascismo en las urnas".
  1. Engatusar a una parte de la disidencia, más despistada que el resto, haciéndole poner sus esperanzas en un partido que, al final, está controlado por los mismos de siempre. De lo contrario, ya lo habrían barrido del mapa hace tiempo.

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