¿Educación pública o educación privada?

Publicado el 23 de julio de 2023, 20:01

Éste es uno de esos debates cansinos e interminables que se dan entre progres y destrosos, sobre todo en vísperas de elecciones. Los unos defienden que es necesaria una educación pública universal y de calidad, que garantice la igualdad de oportunidades para todos. Los otros abogan por aumentar la libertad y la oferta en la educación, jugando la escuela privada un destacado papel en este aspecto.

Lo que nadie te cuenta es que la dicotomía “educación pública o educación privada” es una falacia de falso dilema de manual. Te plantean dos posibilidades a elegir, sin tener en cuenta que puedan existir otras alternativas que se salgan de su estrecho marco de pensamiento.

Mi postura particular sobre esto es: ni educación pública, ni educación privada. Sencillamente, porque considero la educación, tal y como nos la venden los gobiernos e instituciones, una potente herramienta para adoctrinar al pueblo.

Piénsalo bien, los niños se pasan, al menos, 10 años de su vida respetando un horario a rajatabla, manteniéndose en su puesto durante las horas estipuladas (un mínimo de 5 horas diarias) y obedeciendo dócilmente todas las órdenes de sus “superiores”. ¡Exactamente igual que en el trabajo de un adulto! Las escuelas no son más que fábricas de obreros obedientes y acostumbrados a mantenerse en su puesto de trabajo las horas necesarias desde el primer día.

Aunque esta no es la única función de la educación. Hay otra más importante, si cabe: durante su permanencia en la escuela, los niños deben escuchar durante horas al profesor sin demasiado margen para cuestionar o replicar aquello que les cuenta, ya que esto, directamente, “entrará en el examen”. Los niños que, durante 10 años, son adoctrinados de esta manera (aceptando como verdad absoluta y sin posibilidad de debate cuanto dice el maestro y figura en el libro de texto), no sólo defenderán los mismos dogmas, un pensamiento único sin posibilidad de réplica (en materia de ciencia, historia, lengua o ética y moral), sino que funcionarán de igual modo durante su edad adulta, haciendo suya cuanta información provenga de quienes se arrogan el título de “autoridades en la materia” que corresponda, ya sean políticos, periodistas, médicos, economistas, catedráticos o científicos.

Y luego nos extrañamos de que toda la población acepte sin rechistar encerrarse en casa durante meses a causa de un bichito imaginario cuya existencia nadie ha demostrado aún (y que encima aplauda en los balcones cada tarde a las 8) o que se esté planteando comer insectos, no ducharse o renunciar a su vehículo particular por un calentamiento hueval que solo existe en su imaginación, producido, según nos cuentan, por un elemento esencial para la vida, el carbono, y cuya presencia en la atmósfera, según la Geología, ha sido muy superior en épocas bastante más frías que la actual, como la última glaciación.

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