¿Sirven de algo las manifas?

Publicado el 30 de agosto de 2023, 18:01

Yo, durante muchos años y hasta hace bastante poco, pertenecí a colectivos militantes. Así que puedo deciros que he participado en bastantes manifestaciones y concentraciones, contra leyes o medidas injustas del gobierno, principalmente.

Y lo cierto es que llevo algo de tiempo preguntándome si las manifas (llamémoslas así a partir de ahora) sirven para algo en realidad. Pues, hombre, como estrategia para mostrar músculo al gobierno de turno o como manera de conocer a otras personas con tus mismas inquietudes y que andan en las mismas luchas, en principio, podrían resultar interesantes.

Por lo demás, no les encuentro demasiado sentido. Y os diré por qué:

Para empezar, cuando tú convocas una manifa, estás obligado por ley a comunicárselo a la correspondiente Delegación de Gobierno, con un mínimo de 10 días de antelación, si no quieres arriesgarte a ser sancionado. En ese comunicado, deberás informar de la fecha, la hora y la duración prevista de la manifa, así como del lugar o itinerario por donde ésta transcurrirá. Y, por supuesto, la autoridad se arroga el privilegio de denegar la celebración de la manifa o de limitarla en los aspectos que considere.

¿De qué estamos hablando entonces? ¿De pedir permiso para protestar al mismo gobierno contra el cual protestamos? Al final, nuestro derecho político de protesta queda limitado a pedir que nos dejen pasear en grupo, de un punto A, a un punto B, soltando bonitos cánticos, durante las 2 o 3 horas que nos haya concedido Papá Estado. Eso sin contar, con la presencia intimidante de la policía, que siempre están ahí, pastoreando a los manifestantes, y con la posibilidad de que estos señores carguen contra la gente a una sola orden de sus amos, medie o no provocación.

Luego está la cuestión del poder de convocatoria. Las manifas multitudinarias, aquellas a las cuales acuden decenas o cientos de miles de personas, siempre son convocadas por sindicatos mayoritarios, partidos políticos o instituciones religiosas. En consecuencia, estas manifas son funcionales al poder y, si persiguen cambios, bien se trata de cambios previstos en las agendas de las élites gobernantes, bien se trata de cambios superficiales o, directamente, de frivolidades, que poco o nada van a repercutir en nuestras vidas.

Las manifas que pudieran merecer un poco la pena son convocadas siempre por pequeños colectivos o por particulares o comunicadores independientes, con una capacidad de convocatoria bastante limitada. En consecuencia, a ellas pueden acudir, a lo sumo, unos pocos cientos de personas, algunos miles como mucho. Con lo cual, eso de mostrar músculo que dije al principio pierde bastante sentido. Se muestra músculo, sí, pero un músculo pequeñito y bastante flácido.

Una manifa, tal y como yo lo veo, sólo tendría sentido ejercida desde la desobediencia civil. Es decir, sin que se pidiera permiso para convocarla, realizando un itinerario espontáneo y sin hora de término. Que la cosa discurriera como tuviera que discurrir y durara lo que tuviera que durar. Tomar las calles y plazas con la esperanza de que cada vez más y más personas se unieran al movimiento. Pero, claro, a ver quién es el valiente que convoca algo así, porque, en el mejor de los casos, te puede caer una sanción de 600 mil euros y, en el peor, que te encierren y tiren la llave.

Ese es el tipo de “democracia” que tenemos por aquí.

Así que, si el único motivo que nos queda para hacer manifas es el de conocer a otras personas como nosotros, casi sería mejor buscar otras vías que no le hagan el juego al poder y no permita a este tener reunida y localizada a la disidencia.

Nuestra verdadera fuerza está en la suma de nuestras individualidades.

Añadir comentario

Comentarios

Todavía no hay comentarios

Crea tu propia página web con Webador