Ejercicio de perdón

Me llamasteis antivacunas.

Me llamasteis negacionista.

Me llamasteis crédulo, ignorante y egoísta.

Os burlasteis de mis inquietudes.

Desoísteis mis consejos.

Rechazasteis mi ayuda.

Aplaudisteis cuando nos encerraron.

Me increpasteis por no llevar un bozal como vosotros.

Deseasteis que perdiera mi derecho a ser atendido si algún día enfermaba, por no inyectarme el suero que os habíais inyectado vosotros.

A causa de vuestro miedo y vuestra falta de pensamiento crítico:

No pude ser libre en la naturaleza.

No pude respirar a pleno pulmón cuando lo deseaba.

Y, sobre todo, no pude veros, abrazaros, ni disfrutar de vuestra presencia y compañía.

Pero os perdono.

Sois mi familiares, mis amigos, mis vecinos y mis compañeros de trabajo.

Os perdono.

Porque sé que no sois verdugos, sino víctimas. Víctimas de un engaño que os hizo vivir en el terror más absoluto durante años.

Os perdono y, al mismo tiempo, os pido perdón:

Si alguna vez os ofendí.

Si alguna vez elevé la voz.

Si alguna vez pequé de pretencioso o soberbio.

Vosotros, habéis vivido en el miedo.

Yo he vivido en la ira hasta el día de hoy.

Y, con este ejercicio de perdón, la alejo de mí para siempre, con la esperanza de sanar así mi cuerpo y también mi alma.

Deseo estar preparado para lo que está por llegar y, esta vez, lo encararé con la humanidad y la empatía que me fallaron entonces.