6 razones para no celebrar la Navidad

Publicado el 22 de diciembre de 2023, 15:24

¡Ya está! Otra vez tenemos aquí las puñeteras Navidades. Otra vez los villancicos, las lucecitas, el centro de la ciudad colapsado, el “feliz Navidad”, las galas televisivas, el dejarse la vida engullendo 12 uvas en un tiempo record, el consumo desmesurado, la cena de Nochebuena, la comida de Navidad con la resaca y la cena todavía asomando por tu garganta, la obligación de gastar tiempo y dinero en buscar regalos para todos, la obligación de recibir regalos que, ni has pedido ni seguramente necesitas, Santa Claus, los Reyes Magos, los pajes y los puñeteros camellos, que son los que menos culpa tienen.

Todo eso me parece muy bien. Para quien le guste, claro. El problema aquí es que, por mucho que quieras desmarcarte de este maremágnum de celebraciones, no te dejan. Yo, por ejemplo, no siento estas fiestas como mías y me parecen más absurdas y molestas que gratificantes, pero no puedo huir de ellas. Allá donde vaya, las Navidades están presentes y, por supuesto, que no se me ocurra faltar a alguna de las cenas y comidas establecidas, porque corro el riesgo de ser crucificado por toda mi familia.

“Pero, hombre, ¿cómo dices eso?”, pensaréis algunos. “Si las Navidades son una ocasión para celebrar con la familia, repartir amor y alegría…”. No, claro, eso sí. Pero os voy a dar un buen puñado de razones por las cuales no me gusta la Navidad. De hecho, si os soy sincero, cada año las llevo peor.

  1. Se trata de una celebración religiosa creada y promovida, entre otras, por la Iglesia Católica Apostólica Romana. Con todo lo que eso implica en cuanto a manipulación, engaño, control poblacional, acumulación de poder, etc.

 

¡Ojo! No tengo nada en contra de las personas espirituales. ¡Todo lo contrario! Mi crítica va contra las organizaciones jerárquicas que se arrogan el privilegio de mediar entre Dios y nosotros y de decirnos cómo tenemos que sentir y vivir nuestra espiritualidad.

 

  1. De igual modo, estas fiestas (quizá no tanto la Navidad, como el concepto “fiestas” en sí) están fuertemente promovidas y publicitadas por las instituciones estatales que nos roban, oprimen y asesinan, así como por el gran capital, que todos los años por estas fechas nos bombardea con películas, spots televisivos y productos navideños, para sacar tajada de nuestra ingenuidad e ilusiones.

 

  1. Se dispara el consumismo. Por estas fechas, la práctica totalidad de las gentes se ve invadida por una fiebre consumista completamente desmesurada, dejándose un salario entero en modelitos para la cena, peluquería, montañas de comida y bebida, y regalos, muchos regalos, que nadie les ha pedido y seguramente acaben olvidados en un cajón.

 

  1. La infantilización de la población, en estas fechas, se hace muchísimo más patente. Personas que, durante el resto del año, ya viven en la más absoluta ingenuidad y son incapaces de cuidarse solas sin resguardarse a cada momento bajo las faldas de policías, jueces, políticos, médicos, maestros, etc., van ahora por la vida cantando canciones infantiles, haciéndose regalitos inútiles, poniéndose gorritos con un pompón en la punta y, una cosa nueva que he observado este año, instalando cuernos de reno de gomaespuma a sus coches.

 

  1. La mayor parte de la gente cae en tremendos excesos con la comida y la bebida. Y no sólo una vez, sino cuatro muy seguidas (si no contamos las comilonas previas de diciembre que muchos celebran con los compañeros de trabajo, los amigos, los conocidos del gimnasio, etc.). Esto, sinceramente, no puede ser saludable. Sobre todo encontrándonos en invierno como nos encontramos, cuando, lo que te pide el cuerpo es frugalidad y reposo.

 

Eso por no hablar de que, luego, muchos, los más frívolos, os lamentaréis, pasadas las fiestas, de haber ganado algo de peso y os someteréis a dietas de adelgazamiento más dañinas si cabe.

 

  1. El ambiente está cargado de hipocresía en estos días. Toda esa gente que, de entrada, no te puede ni ver o se pasa el resto del año tocándote las narices, de pronto te desea toda la felicidad y amor del mundo. Por no hablar de la hipocresía que destilan tantos millones de seres que se consideran ateos celebrando un evento religioso.

En definitiva, que, como siempre hacen, los de arriba nos llevan por donde quieren, sobre todo en fechas tan marcadas como estas.

De hecho, te voy a decir una cosa: tú no necesitas que nadie te diga cuándo celebrar la vida, cuándo juntarte con los tuyos o cuándo darte un homenaje con la comida. Creo, en realidad, que la vida debemos celebrarla cada día, cada minuto, y que cualquier momento es bueno para demostrar amor a quienes te rodean o para hacerles un regalo. Pero un regalo de verdad, algo hecho por ti o con lo cual te hayas encontrado sin esperarlo y te ha hecho acordarte de alguien en particular.

Sé tú mismo, celebra cada minuto de vida y no te dejes llevar por ciertas tradiciones que, en realidad, son una herramienta de control más para los de arriba.

Mejor que “feliz Navidad” yo voy a desearos un feliz solsticio de invierno. A partir de hoy, las sombras van a empezar a remitir y la luz a hacerse más presente en nuestras vidas.

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