Hay seres de luz entre nosotros

Publicado el 8 de enero de 2024, 9:18

Seguro que tienes más o menos cerca, entre tus familiares, amigos o compañeros de trabajo o de clase, a alguien con una forma de pensar marcadamente distinta a la de los demás, que muestra ciertos hábitos chocantes y que, cuando habla, cuenta todo tipo de cosas extrañas, casi disparatadas: como conspiraciones del gobierno, tierra plana, esoterismo o espiritualidad.

La primera reacción que uno suele tener cuando se topa con este género de seres humanos es de sorpresa. Sorpresa, sí, porque en este mundo en el que “ya está todo dicho, estudiado y consensuado”, choca encontrarse con alguien que parece “no haberse enterado de qué va la vaina”. Y la segunda reacción es puramente de rechazo. Un rechazo que puede materializarse en forma de desdén o, lo más habitual, de burla. No suele pasar mucho tiempo antes de que este individuo se vea aislado, evitado por el resto o, tal vez, de que se convierta en el blanco habitual de las bromas y las risas cuantos lo rodean. En el mejor de los casos, si se trata alguien muy cercano, lo tolerarás y le darás la razón con la boca pequeña cada vez que hable, intentando cambiar de tema cuanto antes, para que no empiece a “romperte la cabeza con sus historias”.

Te suena esto, ¿verdad? Seguro que hay alguien así en tu vida. En ese caso, déjame que te felicite. Felicidades. Felicidades por tener la ocasión de verte acompañado en tu existencia por un ser excepcional. Tienes junto a ti, sin quizá saberlo, a un verdadero ser de luz. Alguien dedicado a cultivar su mente y su espíritu, a pesar de todo: a pesar de tu rechazo, a pesar de tus burlas, a pesar de que jamás tengas en cuenta lo que opina o cómo se siente. Alguien que, pasando por alto todo esto, continúa, en un verdadero acto de amor y generosidad, compartiendo contigo algunas de las cosas que va descubriendo y comprendiendo sobre la naturaleza de la realidad y del alma humana, ofreciéndote remedios y consejos cuando te equivocas, cuando tienes un problema o cuando enfermas, y velando por ti cuando, en tu somnolencia, te encaminas directo al abismo.

Porque si tú lo ves a él como un loco, como un bufón o, en el mejor de los casos, como alguien muy perdido, él te percibe a ti como un ser completamente adormecido, como una hoja solitaria extraviada en medio del mar, zarandeada por poderosas fuerzas que eres completamente incapaz de comprender. Pero, al contrario que tú, él no te lo arroja a la cara. Él no te llama dormido, ni ignorante, ni tampoco te rechaza por no ser capaz de ver lo que él ve o de comprender lo que él comprende. Con amor y con paciencia, con mucha paciencia, encaja tus ataques y menosprecios, igual que una madre soportaría los manotazos y patadas de un bebé enrabietado, y aguarda durante semanas, durante años incluso, su oportunidad para sembrar en tu alma una semilla de duda. No para lavarte el cerebro, ni intentar que pienses igual que él, ¡ojo!, sino para que pienses de verdad, que pienses por ti mismo, y que, a partir de ahí, empieces también a tomar las riendas de tu mente, de tu alma y de tu vida.

Suele decirse que el maestro sólo aparece cuando el alumno está preparado. Yo iría más allá y te diría que el maestro siempre ha estado ahí, aguardando a que te percates de que ha aparecido ya. De hecho, todos los seres humanos que nos rodean son nuestros maestros, en mayor o menor grado y en uno u otro ámbito. Y, sobre todo, son nuestros maestros estos seres de los que te hablo, tan maltratados o infravalorados, por lo general, por aquéllos a quienes aman.

Llegados a este punto, tan sólo te pido una cosa: la próxima vez que coincidas con uno de esos seres, siéntate con él a escuchar lo que te tiene que decir. Pero escucha de verdad, sin intentar rebatir sus argumentos, sin contrariarlo. Y, si lo interrumpes, que sea con preguntas sinceras, inspiradas, tal vez, por lo que él está intentando transmitirte.

Si lo haces tal y como yo te digo, es bastante posible que, al terminar la conversación, lo sigas viendo como un tarado. Quizá tu opinión sobre él haya empeorado, incluso. Pero también es bastante posible que se te hayan abierto nuevos horizontes y que una chispa de luz que hasta entonces ni tan siquiera sabías que existía, quede prendida en tu pecho, aguardando a que tú mismo continúes alimentándola en esta recién comenzada búsqueda de la sabiduría.

Añadir comentario

Comentarios

Todavía no hay comentarios