Sobre los teléfonos móviles

Publicado el 3 de marzo de 2024, 13:00

Prácticamente todos los seres humanos de este plano tienen un teléfono móvil. De hecho, incluso en los lugares más pobres que podamos imaginar, donde la gente apenas sabe si tendrá hoy algo para comer, y menos aún mañana, puede verse a casi todos los adultos y a buena parte de los niños andando de acá para allá con su teléfono móvil en la mano. Y, si buscáramos alrededor, no tardaríamos en ver, erigida en las alturas cual Torre de Mordor que todo lo gobierna, una buena antena de telefonía.

¿Cómo es posible? ¿Alguien podría explicármelo? Seres humanos sumidos en la pobreza, pero poseedores de un artefacto tecnológico cuyo valor bien podría darles de comer durante varios meses. ¿Cabe pensar que todos ellos se han sacrificado lo indecible durante años para adquirirlo? Tengamos en cuenta también el relativamente corto tiempo de vida que tienen estos trastos. ¿O quizá esta situación ha sido facilitada y promovida por poderes políticos y económicos?

¿Conocéis el principio de la navaja de Ockham? Se trata de una herramienta lógica por la cual, ante dos o varias posibles respuestas a una incógnita, siempre es preferible la explicación completa más simple. De este modo, tendremos menos posibilidades de equivocarnos. Y, en este caso concreto, creo que lo más sencillo es pensar que ciertos poderes han facilitado hasta el extremo que casi toda la humanidad tenga su teléfono móvil. De hecho, aquí en España lo llevamos viviendo desde principios de este siglo XXI. Tú puedes perder tu casa a manos del banco, no tener para comer, quedarte sin suministro de luz, gas o agua, pero a la hora de adquirir un teléfono móvil o una línea telefónica, todo son facilidades, con todos los descuentos, promociones y financiaciones que puedas imaginar.

¿Y por qué iban a querer que todos tuviéramos un teléfono móvil? O, mejor dicho, ¿por qué iban a querer que lleváramos un teléfono móvil siempre encima? Algunos seres humanos que están empezando a mirar por debajo de las capas más superficiales de la cebolla en la cual vivimos sumidos responderán rápidamente: “¡hombre, es un pedazo de negocio y las grandes empresas lo están explotando al máximo!”. Vale, sí, ahí tenemos una causa. Hay mucho dinero detrás. Eso también podría explicar, al menos de manera superficial, por qué los políticos se desviven por implementar las últimas tecnologías móviles en sus países. Todos sabemos la corrupción y el untado de manos que hay en todas partes entre los poderes políticos y económicos. ¿Pero os vais a quedar solamente con esa reflexión? ¿No os atrevéis a mirar una o dos capas más abajo en la cebolla?

Vale, en lo personal, dejaría un poco de lado las explicaciones económicas, en éste y en muchos otros ámbitos. A nosotros, los de abajo, nos puede parecer un motivo de peso, pero los más altos poderes, las fortunas descomunales que, además, tienen la capacidad de generar millones de divisas con sólo pulsar una tecla de ordenador, buscan otra cosa: poder. Y, para obtener ese poder, eso sí, se valen de peones que moran en peldaños algo más abajo del escalafón, como los grandes empresarios que todos conocemos o los políticos de alto nivel, los cuales sí se mueven por dinero y, quizá, por motivos más oscuros en los que prefiero no entrar en este vídeo.

En definitiva, creo que hay tres razones por las cuales, en las últimas dos décadas y media, se ha venido promoviendo el uso y posesión de dispositivos móviles por parte de toda la humanidad: control poblacional, generación de dependencia y degradación de la salud. Las explicaré una por una.

Hablemos del control poblacional. Por algún motivo psicopático que una mente normal no es capaz de concebir, hemos llegado a un momento de la Historia en la cual los parásitos que lo controlan todo quieren conocer en tiempo real dónde estamos, con quienes nos juntamos, qué hablamos y qué nos inquieta. Y, al mismo tiempo, quieren tener capacidad de inculcarnos gustos, creencias, pensamientos e incluso emociones, para poder conducirnos por donde les plazca como a un auténtico rebaño humano. Y estos objetivos se ven terriblemente facilitados cuando cada una de sus “cabezas de ganado” lleva siempre consigo un dispositivo capaz de localizarla geográficamente, de visualizar ese lugar físico a través de una lente y de escuchar sus conversaciones, además de usar dicho dispositivo para compartir sus gustos y pensamientos, y lo que es peor, para visualizar su entorno y procesarlo a través de él.

A día de hoy, el común de los mortales ya no mira el cielo para ver qué tiempo va a hacer. Mejor se lo pregunta a su teléfono móvil. Ya no mira a los seres humanos que tiene alrededor para saber si están bien o mal, si pasan por dificultades económicas o si están enfermando y muriendo como moscas o no. Todo eso se lo dice su teléfono móvil. Y ya no reflexiona sobre qué es verdad o mentira, sobre cuestiones filosóficas o sobre asuntos más metafísicos o espirituales. Prefiere que su teléfono móvil le proporcione “verdades absolutas”, bien simples y masticadas, que poder repetir como un loro durante las comidas familiares, y que le reafirme una forma de ver la vida absolutamente frívola y materialista, donde el ser humano no es más que una mota de polvo en la inmensidad del universo, con antepasados simios, cuyos principales intereses radican en verse siempre joven y divino, tener el último modelo de iPhone y no perderse la última gala de Operación Triunfo.

Todo esto es control en definitiva. Nuestros “pastores” van acumulando en todo momento información sobre nosotros y sobre nuestra ubicación, en forma de metadatos, y tienen control casi absoluto sobre las mentes de los individuos y de la población en general. El sueño húmedo de cualquier dictador, en definitiva.

El segundo motivo por el cual se ha promovido tanto la tecnología móvil es la dependencia. En un sencillo aparatito, que cabe en un bolsillo o en la palma de tu mano, lo tienes prácticamente todo: acceso a toda la información contenida en Internet (para quien sepa usarla, claro), conexión perpetua a tus redes sociales, videojuegos, música, series, películas, libros (para quien aún los lea), GPS, reloj, alarma, calendario, cámara de fotos y de vídeo, e incluso herramientas de edición y diseño. Y, por supuesto, un teléfono. Hemos llegado a un punto en el cual creo que podrían encerrar a toda la humanidad durante 3 meses entre cuatro paredes que, mientras todos tengan su teléfono móvil y su conexión a Internet, nadie se va a quejar. Lo agradecerán incluso, por no tener que ir a trabajar. De hecho, esto ya quedo perfectamente demostrado en la primavera de 2020.

¿Sabéis lo que son las endorfinas? Se trata de unas proteínas, producidas por la glándula pituitaria y el hipotálamo, con una estructura química muy parecida a la de la morfina. Funcionan como neurotransmisores que estimulan receptores especializados en el sistema nervioso central y nos producen sensación de bienestar. Las endorfinas se liberan cuando realizamos ejercicio físico aeróbico y, también, al llevar a cabo actividades que consideramos placenteras, como reír, bailar, desenvolver un regalo o comer chocolate. Y, curiosamente, algo que produce una buena liberación de endorfinas es cada una de las notificaciones que suenan en nuestro teléfono móvil.

Todo ser humano poseedor de un teléfono móvil recibe al día varios cientos (a veces incluso miles) de notificaciones. Y, cada una de estas notificaciones libera, como dije, un buen montón de endorfinas en nuestro cuerpo, tanto por la expectación de abrirla a ver qué es (como desenvolver un regalo, vaya), como por su contenido (si se trata de una respuesta que esperabas de alguien o una notificación de likes por alguna de tus publicaciones en redes). Así que, ¿cómo la gente no va a ser dependiente de su teléfono móvil? Lo llevan siempre encima, lo miran con una periodicidad media de entre 1 y 5 minutos, duermen con él y usarlo es lo primero que hacen al despertar y lo último antes de ir a dormir. Eso por no hablar del número cada vez mayor de seres humanos que caminan por la calle cabizbajos, con la vista puesta en sus teléfonos, como verdaderos autómatas o zombis.

Aparte, también podríamos hablar de la sobreestimulación a la que se ven sometidos los portadores de teléfonos móviles. Los seres humanos parece que han cogido un pánico terrible a estar a solas consigo mismos, a no hacer nada, a aburrirse, a dedicar un tiempo de calma para pensar. Ya nadie mira a su alrededor. Y mucho menos al cielo, donde las estelas químicas campan a sus anchas sin que nadie parezca darse cuenta. En cuanto disponen de un segundo libre, sacan rápidamente su móvil del bolsillo para mirarlo y toquetearlo como si les fuera la vida en ello.

Y el tercer y último motivo por el cual considero que se ha promovido tanto la tecnología móvil es la degradación de la salud (y la consecuente reducción poblacional que ello implica). Por más que se empeñe el oficialismo, las microondas generadas por los teléfonos móviles (y también por emisores como los routers Wi-Fi o las antenas de telefonía) son altamente nocivas para la salud. Somos seres bioeléctricos y, llevar un teléfono móvil encima durante las 24 horas del día interfiere prácticamente en todas nuestra funciones vitales, sobre todo a nivel neuronal, a nivel cardiovascular y a nivel hormonal, convirtiéndonos en caldo de cultivo para todo tipo de enfermedades crónicas y autoinmunes.

Y, sobre todo, estas microondas resultan perjudiciales para todos aquellos seres humanos que, ingenuamente, han permitido o están permitiendo que se les inocule cierto antídoto contra un bichito volador invisible cuya existencia nunca llegó a demostrarse. Análisis independientes han dejado patente que, en la composición de este suero, hay cierto elemento derivado del grafito que muestra un alto grado de reacción al electromagnetismo, llegando incluso a actuar como amplificador del mismo multiplicando su intensidad por mil.

Si quieres saber más sobre cómo nos afecta el electromagnetismo y cómo protegerte de éste en la medida de lo posible, puedes descargarte mi manual “Medidas de prevención y protección contra la radiación EMF-RF”, en el apartado “Documentación” de este mismo blog.

En definitiva, el uso continuo de teléfonos móviles nos vuelve más controlables, nos genera una fuerte dependencia y tiene un fuerte impacto sobre nuestra salud. Control, dependencia y salud. Estos son, precisamente, los tres motivos por los cuales, hace años, guardé mi teléfono móvil en un cajón y sólo lo utilizo en ocasiones puntuales y durante el tiempo que sea estrictamente necesario.

Te recomiendo que medites sobre todo esto que acabo de contarte y te replantees hasta qué punto te benefician o perjudican ciertos hábitos.

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